Tengo gran curiosidad por los comportamientos intraculturales de las organizaciones y cómo negocian las distintas alternativas o vías de cambio. Existe una creciente bipolaridad en las estructuras organizativas y en la forma de manejarlas. Ante propuestas similares o actos de mismo calado, un profesional puede ser sometido a “inquisitoria” justicia y apartado cuan apestado que se aleja de la cultura tradicional, la de siempre, la que no se puede cambiar (ni se quiere). O por el contrario pasa a ser referente y comentado en los cafés como el profesional de responsabilidad y compromiso.
Ahora mismo todos estamos inmersos, personas y organizaciones, en un cambio de paradigma personal y profesional que nos puede facilitar ventajas competitivas, si encontramos nuestro camino y gozamos de la compañía adecuada; o soportar un duro golpe que nos dejará temporalmente fuera del juego innovador o más terrible, perdidos en tribulaciones con la única salida de atender culturas estáticas sin futuro.
Pasamos de la sumisión al compromiso, de la obligada asunción del «esto es así» al «siéntete libre de proponer», del miedo a lo desconocido a la emoción por descubrir. En la sumisión no existen las marcas personales por lo que la marca corporativa es huérfana y camina en soledad, absorbe todo como un agujero negro organizativo. Cuando existe compromiso, las marcas personales añaden, multiplican el valor de la marca corporativa, aportan reputación y van creando la senda del futuro.
Sentirse ajeno dentro de un grupo conlleva una toma de decisión que tendrá tres opciones:
- Huir como alma que lleva el diablo esperando caer en una organización más “afín”
- Ser un camaleón y adaptarse al entorno. Te sentirás protegido por la amalgama de cuerpos como el tuyo e ignorarás a los que sufran por no poder o querer “mutar”
- Ser un Don Pelayo que inicie la reconquista de lo que ya no es, con un plan innovador y transformador. Tienes que contar con un grupo de aliados convencidos, cuantitativo y cualitativo.
Cualquier decisión que tomes tendrás que soportar lanzadas “valientes” de los inmovilistas: “inadaptado”, “cobarde” o “rebelde”. Tú a lo tuyo y no cedas en tu idea.
La ajenidad del rebelde es en verdad una muestra clara de compromiso con la organización y con sus objetivos. Se trata de una visión radicalmente distinta a la cultura tradicional. Más valdría que se tuviera presente y muy en cuenta el conjunto de personas activas profesionalmente y con interés en aportar todo el valor que atesoran por el bien común de todos. No existe egoísmo pues la intención es enriquecer, compartir. No existe rebeldía ya que su apuesta es colaborar.
Bienvenidos sean todos aquellos que ponen sobre la mesa ideas, debate, propuestas, iniciativas, en resumen, alternativas a lo tradicional.
Mentes disruptivas colaborativas