En 1842, el matemático y físico austriaco Christian Andreas Doppler expuso una teoría sobre el color de la luz en estrellas binarias y otros astros. Esta fue la base que utilizaron otros científicos para aplicarla a las ondas de sonido. De manera breve, el efecto Doppler expone que ha mayor velocidad de un objeto emisor de sonido, las ondas sónicas se acercan en la dirección hacia la que avanza el objeto y se alejan por detrás. La barrera del sonido es el punto en el que las ondas se unen y coinciden con la posición del objeto, es decir, el sonido no se escuchará hasta que el objeto llegue donde esté situado el receptor. Romper la barrera del sonido es cuando el objeto emisor supera las ondas que él mismo está emitiendo. En ese instante se produce un estruendo ensordecedor, las ondas de sonido colapsan por un instante. Este punto se alcanza a unos 1.235 km/h a nivel de mar.
Tras esta introducción te estarás preguntando qué relación tiene el señor Doppler, sus ondas y la tecnología. Los avances tecnológicos se suceden cada vez con un espacio de tiempo menor y su proyección en nuestras vidas, personales y profesionales, nos obligan a estar muy atentos, o al menos eso creemos.
Las tecnológicas están haciendo un enorme esfuerzo en acortar los gaps entre evolución e innovación de soluciones comerciales. Los destinatarios hacen también un enorme esfuerzo en entender qué les aporta la solución que aparece este mes con respecto a la del mes anterior. La distancia entre la emisión de nuevas tecnologías y soluciones apoyadas sobre éstas es cada vez menor y el esfuerzo de las personas cada vez mayor. El efecto Doppler de la tecnología llegará en el momento en el que tengamos que analizar una nueva tecnología que se publicitará una milésima de segundo más tarde. Es imposible porque mucho antes habremos colapsado.
El 31 de enero de este año, Dynatrace, compañía que trabaja sobre la inteligencia del software para simplificar el uso de la nube empresarial y facilitar la transformación digital, publicó un estudio, en el que participaron 800 CIO’s de grandes empresas de todo el mundo, que describe con exactitud la situación:
- El 76% de las organizaciones piensan que la complejidad de TI pronto hará imposible administrar el rendimiento digital de manera eficiente.
- Los equipos de TI dedican un promedio del 29% de su tiempo tratando con problemas de rendimiento digital; costando a sus empresas 2,5 millones de dólares anuales.
- El 74% de los CIO dijo que la TI está bajo demasiada presión para mantenerse al día con las demandas poco realistas de la empresa y los usuarios finales.
- El 78% también destacó que cada vez es más difícil encontrar el tiempo y los recursos para responder a la gama de preguntas que hace la empresa y, en paralelo, seguir dando todo lo que se espera de TI.
Las áreas de TI están sufriendo el momento previo al colapso. La sociedad pide más, las empresas piden más, los usuarios piden más. Esta es la revolución real que se está viviendo y no la industrial que nos quieren vender: la revolución social que exige más soluciones a sus crecientes necesidades. La “hambruna” tecnológica está siendo generada por las propias tecnológicas en su afán de ir más rápido y estar en la cima con nuevas soluciones sobre tecnologías cada vez más incomprensibles y poco probadas.
A las empresas les han impuesto la necesidad de “digitalizarse” e “innovarse”, cuando la realidad es que la mayoría no entiende qué es, cómo les ayudará y cuándo será la fecha límite para desaparecer si no “entran por el aro”. Nadie les explica que tienen una alternativa: la evolución. Adaptarse con criterio a los cambios, sin la obligación de innovar (que ya lo hacen otras compañías, y pocas)
La tecnología es vital para el recorrido futuro de las empresas, pero no podemos llegar al punto de ruptura de la capacidad de asimilación. Estamos cerca y se producirá un estallido cuando toda la inversión en investigación acelerada se encuentre sin clientes por saturación.
“Be water my friend” y sé líquido a la hora de tomar decisiones para tu empresa.