El agnosticismo es la actitud personal (filosófica dice la RAE) ante la incapacidad de entendimiento a todo aquello que trasciende a la propia experiencia (aunque se suele aplicar al ámbito de las divinidades). Por tanto, yo me declaro agnóstico frente a los modelos organizativos tradicionales que mantienen subyugadas a empresas, es decir, a las personas que trabajan en ellas y a la parte de la sociedad que interactúa con ellas. Soy incapaz de comprender cómo y porqué siguen “erre que erre” con modelos ineficientes, inoperantes.
Mucha tecnología, muchas soluciones que facilitan el trabajo, la vida cotidiana, la investigación, la innovación en todos los terrenos económicos y sociales, pero seguimos siendo esclavos de estructuras pétreas, férreas, monolíticas. Hoy sería imposible conducir un camión de 10 toneladas, con una carga de 44 toneladas sin todas las asistencias técnicas que se ponen a disposición del conductor. Pues bien, hoy existen infinidad de empresas (más del 85%) que intentan conducir este camión sin apenas ayudas (y no hablo de tecnología que esa les sobra a todas). El resultado es que el conductor tiene que disminuir la velocidad para no perder el control, dejar pasar áreas de servicio en las que no es capaz de entrar y aparcar, rechazar oportunidades de negocio porque el acceso al muelle de carga no es apto para sus limitaciones. En definitiva, está abocado a la ruina.
De nada sirve tener un plantel excelente de profesionales y un soporte tecnológico al último grito (textual), dando por supuesto que (me dejo llevar por la complacencia) el mapa procedimental está bien aquilatado, si la realidad de la estructura de gobierno y organizativa es un pedazo de mármol (aún siendo de Carrara) Las decisiones no se toman, o se toman donde no se debe, o sin la base de conocimiento mínima. La información no fluye por lo que las personas no están alineadas con la estrategia y desempeñan su trabajo como “siempre se ha hecho”. La tecnología, en ocasiones, aporta más peso a un gigante con pies de barro, la estructura organizativa que debe sustentar a toda la empresa, obteniendo una respuesta contraria a la esperada y generando frustración.
No es cuestión de “jefes” o “gefes” como ahora se gustan en llamar los inventores de conceptos. Aclaro, por si desconoces el significado de “gefe”: gestor de la felicidad. ¿Los empleados van a poder exigir a sus “gefes” la felicidad? ¿Qué es la felicidad para cada persona? ¿La empresa se va a obligar a cumplir los requisitos y niveles de felicidad de cada empleado? De verdad que se está perdiendo la perspectiva. En primer lugar, un jefe es una persona que está por encima de otras solo porque la estructura jerárquica lo dice, no la operativa. En segundo, una persona se podrá considerar como “superior” a sus colaboradores sólo cuando tenga la capacidad de enseñar, guiar, escuchar, aprender y hacer crecer a todos ellos.
Las empresas necesitan una forma de trabajar abierta, equilibrada, flexible, colaborativa, creativa y fluida. Para dar respuesta a esta necesidad existe el modelo REM de organización. En este modelo las personas “fluyen” por la estructura según las necesidades de la empresa en objetivos o proyectos. Aportan todo su conocimiento y se empapan del funcionamiento de otras áreas, en resumen, con el tiempo serán aptas para ocupar cualquier puesto dentro de la empresa y aportar ideas que enriquecerán con conocimiento global.
La confección de la estructura en áreas, departamentos y direcciones desaparece. Tres líneas: negocio, medios y operativa son suficientes para provocar la creatividad eficiente. Las personas vendrán felices o no a la empresa, dependiendo de su ámbito personal, pero lo que sí te aseguras es que en la empresa REM se sentirán parte de unos objetivos muy importantes y entonces ellas lo serán también.
Ponte en modo REM
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