EL VERDADERO PRECIO DE LA IGNORANCIA CONSENTIDA

Todas las personas estamos dispuestas a pagar un precio por aquello que necesitamos o anhelamos. En muchas ocasiones no validamos en consecuencia el famoso axioma de nuestro ilustre Francisco de Quevedo «solo el necio confunde valor y precio«, reeditado siglos más tarde por Antonio Machado, «todo necio confunde valor y precio» y fiamos nuestra decisión a los numeritos que aparecen en la etiqueta o pie de foto. He repetido en varias ocasiones que economizar/ahorrar es «privarse de lo que se desea para el caso de que algún día se desee algo que sin duda no se deseará«. De esta manera consciente, aunque lo neguemos, estamos siendo protagonistas del juego del consumismo entrópico que nos han inoculado con base en la digitalización tramposa y mediática.

El «valor» es otro de los conceptos travestidos en esta era del eufemismo. Damos valor a las miserias tangibles y no valoramos las bondades intangibles. El materialismo se ha instalado en las sociedades con un impacto terrible en la juventud, aislada de toda realidad por un metaverso en el que nada es lo que parece ni nadie es quien dice ser. La dictadura del precio en la juventud es un estado muy preocupante al desnaturalizar el auténtico valor de lo que se posee o desea. Un alto porcentaje de la juventud posee todo lo que pide sin argumentos de merecimiento y valoración del esfuerzo necesario en conseguirlo, y mucho menos del tiempo que transcurre desde que existe el objeto hasta que tienes la primera sensación de necesidad de pertenencia. Los plazos se acortan y las necesidades son inmediatas por contagio obsesivo por ausencia de aprendizaje acción-reacción. La sociedad (no es una excusa) ha transmitido el valor del «pide y se te dará» a través de ficciones televisivas que se materializaban en la vida real sin mayor esfuerzo que el comparativo entre ficción y realidad. En un gran artículo @rterrasa (Ricardo Terrasa, El Mundo 28 de marzo de 2023, «La gran era del pavo: cómo las ideas adolescentes gobiernan hoy el mundo«) introduce al lector con «Juguetes tecnológicos, películas de superhéroes, ejecutivos con sudadera y zapatillas, activistas de apenas 16 años, candidatos en TikTok… Todo se contagia hoy de la acelerada infantilización de la sociedad» y aborda la era del pavo en la que los niños caprichosos han dejado de pertenecer a las clases más pudientes para abonar el terreno de las desdichas en las clases más necesitadas (no para los niños… y los mayores) La publicidad y peso mediático que se ofrece de niños y jóvenes que han alcanzado una visibilidad inusitada por hacer vídeos o encabezar protestas inculca al resto a replicar el «éxito» fácil sin que nadie les haga la observación del «trauma del emprendedor», donde todos tienen claro que se harán ricos en un año, cuando la realidad es que el 99% se arruina a los seis meses, momento en el que se asían a otra de las falacias, «si te caes veinte veces levántate veinte veces hasta que consigas el éxito», cuando la realidad es que entrarás en el ciclo vicioso de fracaso-ruina. Nadie quiere ser quien ponga en valor la auténtica capacidad del héroe, saber cuándo es el momento de retirarse y revaluar la situación. La ignorancia se paga muy cara ya que no estamos dispuestos a pagar por el valor de la verdad. ¿Quién pagaría por asistir a una conferencia donde se dijera que no emprendas? Pero sí nos descargamos vídeos TEDx de automotivación y autoestima mientras ensalzamos a quienes nos engañan miserablemente.

Más curioso es el caso de las jubilaciones futuras y presentes. NADIE quiere escuchar la verdad de este sistema piramidal que está arruinando a nuestra sociedad y condenando a los jóvenes a soportar unas cargas inasumibles presentes y futuras. Importa más «la patada hacia adelante» que analizar la jugada y obtener certeza del destino del balón. Ni tan siquiera queremos ser conscientes de que se juega con una pelota de rugby, donde la dirección en cada bote es imprevista y cambiante. Lo único que queremos escuchar es que va a haber dinero para todos, a pesar de que el peaje vaya a tener un coste altísimo para la sociedad, para llegar al punto de no retorno en el que será imposible pagar jubilaciones sin llevar a cabo recortes salvajes consecuentes con la situación de «crack» financiero estatal y ciudadano. Casi nadie cuestiona la viabilidad y la gran mayoría acepta el precio del peaje más caro e inútil que dinamita el futuro, sin ningún tipo de duda. El valor de la verdad es inasumible a cambio de pagar lo que no se posee por un engaño masivo, la gran estafa piramidal. Asalariados y autónomos de encefalograma plano aceptan recargos y deducciones eufemísticas a cambio de una promesa inasumible y cobardemente engañosa. Tener menos para no tener nada es la única verdad que esconde tanta miseria verbal y tanta inconsciencia social. Tengamos claro que los que manejan los hilos saben que nos encantan la ignorancia y la indiferencia, «ni lo sé ni me importa». España y Francia son dos ejemplos de una misma realidad y dos maneras diferentes de mostrar lo que estamos dispuestos a pagar por la ignorancia. El gobierno francés toma una medida impopular pero necesaria y la respuesta de la oposición es destrozar la convivencia. El gobierno español firma un plan de jubilación mezquino y falaz, y obtiene el silencio social como pago a la resignación y la ignorancia.

Hace años acuñé el término «ignorancia consentida» en un artículo publicado en este blog el 5 de octubre de 2018, con el título «Un nuevo modelo sanitario es posible«. Acceder al artículo. Los de arriba se sienten en la gloria teniendo a todos ignorantes mientras que el pueblo disfruta de la gloria de la ignorancia. Los filósofos romanos resumieron la situación de hundimiento de su sociedad con «pan y juegos» cuando los poderosos ponían a salvo sus patrimonios y el pueblo se divertía ignorante en el circo. Todo está vivido y experimentado, sea bajo atrios o sin levantar la vista del móvil.

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