¡Levanta la mano! La paradoja real de la pandemia dos años después

En mis conferencias solía hacer preguntas capciosas a los asistentes para que, levantando la mano, se diesen cuenta de su auténtica realidad. Por ejemplo: «levantad la mano aquellas personas que penséis que vuestra organización es de verdad innovadora«… 5%. «Ahora, levantad la mano aquellas personas en cuyas empresas se utilice el concepto innovación en el marketing y comunicados«… 80%. Sí, la mayoría se miraban y sonrojaban.

En el despertar de 2020 el mundo fue sacudido por un tsunami que barrió toda la superficie terrestre y dejó al descubierto muchas miserias y la fragilidad en modelos organizativos y de negocio que hasta ese momento se consideraban robustos, indestructibles, «Titánicos». Si no fuese por la cantidad aterradora de personas que murieron y muchas más que quedaron afectadas por patologías adquiridas, así como el efecto devastador que tuvo en millones de empresas que tuvieron que despedir a sus empleados, la pandemia hubiese sido una buena demostración de la debilidad de los modelos y la soberbia de quienes los mantienen. La pandemia descubrió, inicialmente, la nula preparación de las organizaciones ante contingencias severas. Los planes de contingencias cubren una gotera sobre el centro de datos o un terremoto en las zonas sísmicas, o inundaciones. Todo se soluciona con centros de trabajo «backup» o «espejados» en zonas aisladas y preparadas para que el personal se trasladara a estas instalaciones y continuar trabajando. Pero nadie pensó en una terrible pandemia, algo sobre lo que ya se trabajaba desde algunas organizaciones bajo sospecha.

En septiembre de 2019, la Fundación Bill y Melinda Gates y el Foro Económico Mundial llevaron a cabo el Event 201, que se basó en descubrir el impacto que tendría en la sociedad, la economía y los sistemas de salud del mundo, una pandemia global. El Centro de Seguridad de la Salud explicó que Event 201 era “un ejercicio multimedia de pandemia en el que participan líderes gubernamentales, de la política, la salud pública, y empresas globales que pertenecen a industrias clave en la respuesta a pandemias y para que las economías y las sociedades se mantengan activas durante un brote intercontinental grave y de rápida transmisión”.

Algo sabían o les iluminó alguna estrella del firmamento, dieron en la diana. Aún así, no se concretó nada para atenuar el impacto de lo que ya habían detectado. Todos los centros de trabajo «backup» estaban preparados y bien remunerados cada año, pero nadie cayó en la cuenta de que sus trabajadores no pudieran salir de su casa. Los centros «backup» no servían para nada. Algo tan simple que llevaba tantos años existiendo como el «escritorio remoto» o el «acceso remoto», desde mucho antes que se comenzase a «digitalizar» todo, era prehistoria olvidada.

La paradoja real es que millones de personas desde sus sillas y mesas no adaptadas ni ergonómicas, personas sin puestos relevantes en las estructuras de las organizaciones, mantuvieron el honroso nivel de cada una de ellas, de cualquier sector, tamaño y contribución al PIB.

Después del desconcierto inicial, que duró varias semanas, algunas organizaciones ya estaban trabajando a los pocos días y el resto se pusieron a «copiar» sin estar convencidos si sus estructuras tecnológicas estaban preparadas o eran los responsables los que no lo estaban. Mientras tanto, cientos de personas morían cada día, nuevas plataformas de videoconferencia salían al mercado, miles de personas estaban hospitalizadas, decenas de miles de personas trabajaban desde sus casas, centenares de miles de personas padecían los síntomas en solitario, millones de personas unían sus esfuerzos en una malla global jamás conocida.

Toda la «innovación» de boquilla que vendían la mayoría de las organizaciones, instituciones y gobiernos, quedó desnuda, vacía, inexistente.

Pero la paradoja en una situación límite jamás vivida no era que la tecnología permitía continuar los negocios, ni las jornadas maratonianas suicidas de los sanitarios, ni las de las maestras buscando soluciones para mantener la atención de sus niños, ni tantos y tantos profesionales manteniendo servicios y bienes de primera necesidad al alcance de la mano que salía entre los barrotes de la prisión en el hogar. La paradoja real es que millones de personas desde sus sillas y mesas no adaptadas ni ergonómicas, personas sin puestos relevantes en las estructuras de las organizaciones, mantuvieron el honroso nivel de cada una de ellas, de cualquier sector, tamaño y contribución al PIB.

Durante esas semanas, meses, las estructuras organizativas desaparecieron de los edificios y tan solo la profesionalidad, el compromiso y el amor propio de cada persona hicieron posible que la vida pareciese normal. Los mapas procedimentales se eliminaron por los procesos naturales entre cada persona, se crearon lazos de negocio impensables que aportaron soluciones imaginativas, creativas, donde antes solo existía la tradición del «aquí siempre se ha hecho así». La cultura corporativa había sido sepultada por la cultura individual componiendo microculturas singulares que aunaron propósitos y objetivos.

La verdadera moraleja de los meses de desolación humanitaria es que las personas respondieron por encima de su nivel jerárquico, destapando la irrealidad y falsedad de las estructuras tradicionales piramidales u horizontales, de tetris o anárquicas. La tecnología, como siempre, aportó el servicio que necesitaba cada persona para demostrar su valor. Algunos siguieron utilizando su flamante smartphone para llamar por teléfono en consultas de control. Otros tan solo dejándolo sobre la mesa esperando una llamada con información de alivio.

Todos los modelos, sin excepción, fracasaron y demostraron que solo funcionaban (y depende) cuando el entorno era estable y conocido. El gran ejemplo es el modelo sanitario que sufrió tremendas vías de agua que fueron taponadas por los sanitarios y evitaron el hundimiento. Pero continuamos con el mismo modelo asistencial y hospitalario, tan alejado de la realidad y las necesidades de la población como antes. Tan ineficiente y ruinoso como antes. Sí, hay tecnología de altísimo nivel que es una ayuda indispensable en la detección de patologías mediante pruebas diagnósticas que parecen de ciencia ficción, así como tratamientos y cirugía milagrosos. De nuevo la tecnología al servicio… nunca como orden superior. No sirven de nada la tecnología y la profesionalidad si el modelo revienta toda posibilidad de excelencia en el servicio.

Ni un solo gobierno, institución u organización ha parado un momento para reflexionar sobre la mejora de sus procesos, de su estructura organizativa, de sus sistemas informáticos. Todos los que han sobrevivido dan las gracias y piensan «tan mal no lo estaríamos haciendo».

AQUÍ SIEMPRE SE HA HECHO ASÍ, Y SEGUIRÁ HACIENDO ASÍ

Esta afirmación jamás te dejará dormir tranquilo y provocará miles de puestos de trabajo perdidos, miles de familias abocadas a malvivir por falta de conciencia transformadora DE VERDAD.

¡Date una oportunidad! ¡Dales un futuro! ¡Permite que levanten la mano!

Ramón Luis Gil Barrigüete

Fundador INNOOMNI
Analista independiente de organizaciones
ramon.luis.gil@innoomni.com
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