SERIE MITOS (III): DIGITALIZACIÓN (la estrella anteriormente conocida como TRANSFORMACIÓN DIGITAL)

Existe un acoso mediático, incluso institucional, con la necesidad imperiosa de que todas las empresas se “digitalicen”. Cursos, seminarios, campañas, programas gubernamentales (Industria 4.0) y conferencias, entre otros, para situar a la digitalización como el principal, y único, objetivo estratégico que deben acometer las empresas para seguir existiendo.

La digitalización abduce a todos los sectores, tipos y tamaños de organizaciones. Las grandes compañías abordan con supremacía de marketing la “digitalización”. Las medianas con la obligación de acercarse a la tecnologización por el «qué dirán”. Las pequeñas muy asustadas y sin saber muy bien qué hacer y por qué.

La economía guarda un equilibrio, lo que unos pierden, otros lo ganan. El dinero se crea, pero no se destruye y habitualmente cambia de manos. La crisis nos ha dejado muchos asuntos sobre la mesa (de la cocina de casa y del despacho) y hemos priorizado por cuestiones exógenas a nuestras propias necesidades. Durante la crisis, las empresas se centraron en un recorte de costes tan drástico como poco reflexivo; en el convencimiento de que ésta ha pasado, las empresas han centrado su foco en la cuenta de resultados: “si mantengo márgenes positivos significa que lo seguimos haciendo bien”.

El paradigma de la tecnología ha cambiado en los últimos treinta años, de ser un mal necesario a pasado a ser el flautista de Hamelin al que siguen el resto de las unidades de negocio. Se ha convertido en la piedra angular sobre la que se sustenta la empresa, mientras tanto, la cultura, el modelo de negocio y los procesos se mantienen casi sin cambios… los necesarios para adaptarse a las piezas tecnológicas que se insertan “a capón” creando una arquitectura desequilibrada e inconsistente.

Los plazos en los rebotes de las tendencias o modas empresariales, de consumo o personales, son cada vez más cortos. Las escuelas que habían “apostado” por la “digitalización” de sus aulas con el uso de pizarras táctiles y portátiles o tabletas para cada alumno, están retrocediendo a la pizarra tradicional y las tizas de colores. La tecnificación de los niños provoca rasgos negativos en su percepción de la realidad y la confección de sus bases de personalidad. Amazon está comprando empresas de retail cuyo modelo de negocio es el tradicional de tienda física. Mientras, otras empresas con este modelo de negocio están comprando plataformas de comercio electrónico.

La digitalización tiene un alcance evidente en cualquier organización e incluso a nivel personal, pero no podrá sustituir jamás, insisto en el jamás, a las sensaciones y emociones personales e históricas grabadas en nuestros intransferibles e irrepetibles genes. Cada persona es un conjunto de experiencias, aprendizajes, reacciones emotivas y decisiones basadas en nuestro más gigantesco árbol genealógico, siendo depositarios de algunas de ellas y en proporciones irrepetibles.

Una máquina jamás poseerá inteligencia, ni sueño (sí desgaste), ni dolor, ni miedo, ni pasión, ni odio. Podrán programar algoritmos para que reaccione de una manera determinada ante un conjunto de realidades y hechos fehacientes que reciba a través de sus sensores o captores de información. Y solo si ocurre todo tal y como se lo han programado, reaccionará. La cognitividad se basa en el autoaprendizaje, pero siempre estará ajustado a los límites de su programación.

Por tanto, se puede hablar de sistemas de ayuda a las personas e incluso de toma de decisiones automáticas simples (aunque la apreciación sea compleja) y de esta forma no se estaría engañando y asustando a muchas empresas y personas que se están creyendo que “si no te digitalizas, morirás”.

 

Transforma la empresa para que la tecnología sea útil en servicio y costes. Lo contrario es engañarnos al ajedrez turco.

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