Sirva este relato, como un ejemplo de tantas decenas de miles de situaciones, sobre la terrible soledad y frustración que sentimos los «mayores» por el ostracismo y la invisibilidad a la que nos están sometiendo empresas y gobiernos, central y autonómicos. ¿De verdad no interesan los conocimientos y experiencias que hemos acumulado y mantenemos vivos?
Lean y recapaciten.
Todo comenzó una fría mañana de invierno de 1960, llovía. A las 9 de la mañana, interiorizando desde entonces el horario laboral, llegué a este mundo en el seno de una familia muy humilde, en Madrid. La mezcla en mis genes de tierras tan distantes como generosas, Navarra, Soria, Guadalajara, Madrid, me han modelado como soy, gracias a la educación recibida por mis padres, personas trabajadoras y familiares que escatimaron en todo excepto en la educación de sus hijos. Pluriempleos y costura para sacar adelante, con orgullo, una familia ejemplar.
Puse de mi parte y siempre estudié y me culturicé en colegios «caros» a los que solo tuve acceso gracias a los enormes esfuerzos económicos de mis padres. Nada fue gratis ni regalado. Mi ropa la hacía mi madre (recuerdo la mesa del salón llena de patrones de papel que, como por arte de magia, se convertían en camisas, pantalones, chaquetas, abrigos, cazadoras…) por lo que nunca estaba a la altura de los niños pudientes que me rodeaban. Nunca sentí rechazo, con las excepciones de rigor, por lo que mi etapa escolar es de grandes recuerdos.
Desde pequeño me gustó la electrónica (mi tío Daniel me dejó los fascículos de una colección con la que él había conseguido un empleo) pero mi obsesión era la informática. Llegó una beca para estudiar durante la EGB en una academia reconocida, pero para acceder a la beca era necesario un desembolso inicial que mis padres no podían costearlo. Continué con los fascículos y los libritos de Reader’s Digest, que no recuerdo cómo llegaban a mis manos, en los que encontraba artículos sobre la informática que estaba por llegar a España. Estudié dos carreras universitarias, la primera compaginando con el servicio militar como voluntario (era la única manera de seguir estudiando, servir a mi patria en mi ciudad).
Entre tanto, el cambio de régimen político y los convulsos años de la transición los viví con gran intensidad e interés, sin tendencia definida, oteando las oportunidades que tenía por delante. Surfeando gobiernos con un objetivo, llegar a ser lo que soy. No tenía prisa pero sí ganas de aprender cada día, cada minuto.
«El saber no ocupa lugar», bien cierto, pero en aquellos años sí pesaba lo suyo en las carteras de cuero. Antes de terminar la segunda carrera entré como «becario» (antes era aprendiz) en SECOINSA. ¡Mi sueño hecho realidad! ¡La compañía española que fabricaba ordenadores! Allí tuve contacto con la INFORMÁTICA de verdad y fui protagonista de la auténtica TRANSFORMACIÓN DE LO ANALÓGICO A LO DIGITAL. Puedo afirmar que lo de ahora es un juego de palabras comparado con lo que significó, en los años 80 del pasado siglo, introducir computadoras en las empresas que hasta ese momento todo se gestionaba en papel, a mano. Hay que recordar que en aquellos tiempos los informáticos estábamos muy bien considerados y no había intrusismo… además de vestir bata blanca en los centros de cálculo, no sé si por el frío o por la distinción.
Mi pasión por los procesos nació en aquellos años en los que era necesario transformar la operativa tradicional a una gestionada por un ordenador. Mi esquema mental, casi obsesivo, por el rendimiento en cualquier acción de la vida me ayudó a diseñar grandes mapas procedimentales en sectores tan diferentes como el asegurador, el automovilístico y el bancario.
Fui protagonista en la transición al IVA. Otro hito en la informática ya que había que modificar todos los programas, ahora «procesos», para eliminar los impuestos que se concentraban en el IVA y que los cálculos sobre los diferentes tipos fuesen correctos en su emisión e impresión.
Viví el frenético «efecto 2000» trabajando día y noche para convertir y probar todos los procesos. ¡Éxito total! Como lo fue en la mayoría de las empresas por el fantástico trabajo de aquellos equipos de informáticos profesionales.
Como era habitual en esa época, se iban encadenando empresas según llegabas al tope de aprendizaje. La experiencia se acumulaba con tal rapidez como el aumento del salario, apoyado por la increíble inflación de aquellos años. Viajando por media España y conociendo todas las diversidades culturales y sectoriales, que no tienen nada que ver con regiones, llegué a Banco de Santander (poco después pasaría del color verde al rojo y perdió el «de» como principio de las intenciones de expansión internacional)
Fui Director Proyectos Estructurales, viviendo dos años en Nueva York dirigiendo un proyecto internacional que afectaba a todas las sucursales internacionales del banco: homogeneizar los sistemas contables de cada país para obtener el modelo de Banco de España. Ahora dirían que se ha utilizado «Inteligencia Artificial», cuando fueron procesos complejos con muchos algoritmos y tipología. A la vuelta, Director Coordinación Informática, gestionando «las informáticas» de las empresas filiales del grupo y departamentos con informática descentralizada. Tras la fusión con Central Hispano, todo se volvió errático y opté por salir del avispero en el que se había convertido la informática en el nuevo banco.
¿Resiliencia?
Con la mochila llena de experiencias personales y profesionales tuve claro que debía compartirlas para que muchas empresas pudiesen tener acceso y se beneficiaran de la visión omnisector e internacional que poseía. Por entonces tenía 39 años. El triple salto mortal con tirabuzón desde la troposfera, sin red ni paracaídas, tuvo secuelas. Rasguños, moratones, fracturas (por impago de facturas)… en fin, lo normal en un país donde el pago como contraprestación a un servicio se supone como secundario si eres profesional independiente. Aún así, no cambiaría nada de estos años por la experiencia que ha curtido mis espaldas y el conocimiento extenso de los numerosos sectores por los que he transitado. La visión global del mercado es un bien que no se suele reconocer y de ahí viene que se exija «experiencia en el sector» en muchas peticiones de trabajo. Es irreverente y de necios despreciar la enorme cantidad de oportunidades que pueden aportar personas de otros ámbitos de la economía.
Rediseño de procesos, análisis de «modelos» de negocio, inmersión tecnológica, cultura empresarial. No se trata de ser hombre-orquesta, se trata de poner en valor todos los conocimientos adquiridos durante tantos años, en tan diferentes compañías, sectores y países. Esto me dio pie a otra de mis pasiones, la escritura. Escribí y publiqué LA GRAN FARSA DIGITAL en español e inglés
2021, julio, desde que se inició la pandemia, busco y no encuentro, aplico y no obtengo respuesta, comento y me dan una palmadita. Antes las canas imponían, ahora parece que asustan o repelen. Soy damnificado del #edadismo.
PASIÓN – CREATIVIDAD – TALENTO – LIDERAZGO
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Estoy a un clic de tu voluntad
Ramón Luis Gil Barrigüete
Fundador INNOOMNI
Analista independiente de organizaciones
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