Inteligencia artificial y el libre albedrío

Para que la inteligencia artificial sea comparable al cerebro humano, éste tiene que ser también artificial. JAMÁS, una máquina tendrá los recursos químicos que tiene el cerebro para que unas sean distintas de otras (dopamina y serotonina), como somos los humanos y es lo que pretenden clonar. Incluso en nuestra individualidad, dependiendo de la «química» que produzca nuestro cuerpo en un momento determinado, nuestras reacciones y decisiones personales serán distintas. Me reafirmo en que lo que buscan los tecnócratas es más capacidad y velocidad de proceso en la toma de decisiones sobre patrones prefijados y muy limitados. Es como si una persona solo estuviese «programada» para cuidar plantas: regar cuando es necesario (dependiendo del tipo de planta), podar cuando es el momento, abonar en su justa medida y el resto del tiempo analizando si es el momento de regar, podar o abonar… incluso de trasplantar a otra maceta mayor. Pretenden que esta «persona» cuide de más plantas y de más variedad. Si fuésemos tan simples, ¿existirían los sicólogos o siquiatras?

La química en el cerebro es imprescindible para llevar a cabo cualquier función, y en especial para que las reacciones sean diferentes ante una misma situación, en diferentes personas, o en la misma persona en momentos distintos.

Por esto, muchas máquinas replicadas con la misma inteligencia artificial actuarán y decidirán exactamente igual, es decir, que la capacidad de errar, equivocarse o el “pensamiento” diferente se habrá acabado. Si una máquina comete un error el culpable será el humano que la ha programado sin tener en cuenta esa falla, esa posibilidad no contemplada o esa situación que no imaginó que pudiese suceder. Para curarse en salud lo mejor que puede hacer el programador es crear un saco de para situaciones no reconocidas y mostrar una alerta a un humano con un abanico de opciones para que sea éste quien decida. ¿O será otra máquina la que tome decisiones sobre indecisiones de una inteligencia artificial?

No estoy en contra de estas investigaciones e inversiones, más al contrario, son el futuro, pero que no utilicen conceptos que pueden generar expectativas que jamás se darán. ¿Desde cuándo el rodillo de una aspiradora de hogar es inteligente? Pues desde que todo vale en la publicidad, marketing y los negocios para ocultar la verdad que cualquier persona que, con cierto nivel de inteligencia (esta sí lo es), sabe que es un flagrante engaño.

Las máquinas carecen del libre albedrío, es decir, de la capacidad de tomar decisiones distintas a las que te “aconseja” el raciocinio, las normas o los propios valores. Las máquinas jamás tomarán riesgo a conciencia (porque no la tienen). Los programadores podrán desarrollar algoritmos que generen resultados absurdos, pero siempre la máquina responderá de la misma manera, absurda. Un sensor que cuando detecte lluvia ponga en funcionamiento el riego. Un jardinero humano lo hará cuando le venga en gana, pero una máquina lo hará siempre, hasta que modifiquen su programa.

Las redes neuronales artificiales no son más que redes de algoritmos (neurona artificial) de toma de decisiones según reglas y resultados generados por otras neuronas artificiales. Todo aquello que se apellide “artificial” no es real y se somete a la lógica diseñada por humanos. El objetivo de cada IA será diferente y podrán acoplarse para potenciar ciertos campos de acción. Por ejemplo, en el diagnóstico de ciertos tipos de cáncer y la prescripción del tratamiento que mejor se adapte a las características personales y únicas del paciente. Y esto es fantástico, pero siempre existirá la supervisión y decisión final de una persona, un profesional.

Con la IA se ganará un tiempo muy valioso en la anticipación de muchas alertas (salud, climáticas, operacionales, financieras, etc.) y tendremos propuestas resolutivas que reducirán, de forma significativa, el impacto que hubieran provocado sin su ayuda.

Al final, el libre albedrío, la intuición y la química del momento en la persona que tome la decisión final decantarán la realidad que suceda. La locura, la improvisación, la creatividad, la fascinación, la rebeldía, la genialidad, la autodestrucción…

 

El libre albedrío dejado al hombre es un don tan alto, tan trascendental, que más bien parece por parte de Dios una abdicación que una gracia.

Juan Donoso Cortés