A diferencia de la crisis «del ladrillo», que no fue ni mucho menos el origen de la caída de grandes instituciones financieras y con ellas el resto de piezas del dominó que conforma el modelo económico mundial (que ni se nos ha ocurrido revisar y transformar), esta crisis de «la tapa» ha tenido el origen en la simplicidad del análisis «científico» de los políticos. «El ladrillo» provocó que se paralizasen todos los proyectos de construcción y decenas de miles de trabajadores, que cobraban una media de 4.000 € al mes (los menos cualificados) quedaran en paro de golpe y dejaran de ser el motor económico. Su nivel de vida y los compromisos financieros que adquirieron dejaron de ser viables. Más bien se tendría que hablar de una nueva crisis de «cultura» pues muchos de ellos dejaron los estudios por la llamada del dinero fácil y cuantioso, quedando fuera de cualquier mercado laboral estable.
Los gobernantes mundiales se han puesto de acuerdo en que hay que acabar con la restauración porque la «tapa» es el origen de el oleaje de SARS-COV-2 que nos azota. El desconocimiento ha dejado de ser la excusa del primer tsunami y ahora se busca otro culpable, la deliciosa y tradicional «TAPA». En otros países la repercusión del cierre de la restauración no tiene el mismo impacto que en España, con una relación tan directa entre este sector y el PIB nacional.
Analicemos datos, que nunca mienten (mientras no los manipulen los necesitados de audiencia y excusas):
(fuente: The gourmet journal)
La hostelería en España aporta el 6,2% al PIB, mientras que en Portugal representa un 5,9%; en Italia, un 4,3%; en Francia, un 4%; y Reino Unido con el 2,8%. Estados Unidos registra una cifra del 3,2%.
La restauración suma un 80% de empleados asalariados frente a un 20% de autónomos. En referencia a los alojamientos, los asalariados superan el 90% y el restante son autónomos.
El 30% del gasto del sector alimentación se realiza en bares y restaurantes. En cuanto a bebidas, el 65% de la cerveza elaborada se consume en la hostelería, seguida de las bebidas espirituosas (60%) y los refrescos (25%). Este sector emplea a 560.000 personas.
La hostelería emplea a 1,7 millones de personas, representando un 8,8% del total de ocupados, y genera 124.000 millones de euros de facturación al año. Según un informe de Bain & Company y Ernst & Young, el sector facturará un 40% menos en este 2020, lo que supone unos 55.000 millones de euros, aproximadamente un 3% del PIB de nuestro país.
La restauración cuenta en España con 183.000 bares, 79.000 restaurantes y 17.000 colectividades.
Se trata de un sector con una atomización muy elevada, que si bien puede considerarse una fortaleza en momentos de bonanza (el impacto unitario de fracaso en la empleabilidad es ínfimo), en una crisis como esta en la que se pone foco como generador de contagios al sector completo, esta fortaleza se convierte en una debilidad suprema que es necesario analizar y resolver.
Negocios pequeños
- El 40% de las empresas factura menos de 200.000€ al año.
- El 70% de las empresas posee menos de 3 empleados.
Márgenes bajos
- La restauración tiene un margen de beneficio del 6% frente al 13% de media de otros sectores nacionales.
Balance frágil
- La restauración tiene niveles de capitalización por debajo de la media nacional.
- Cerca de un 25% aguanta menos de un mes de gastos fijos, como son los costes de personal y alquiler.
Choques económicos
- El sector de la restauración muestra una exposición mayor a los ciclos económicos en comparación con la producción nacional, debido a su correlación con la renta disponible.
En cuanto al escenario de recuperación de la actividad, el informe indicaba que los bares, restaurantes y hoteles necesitarán unos 16.400 millones de euros de financiación para garantizar su liquidez siempre que la actividad se retomara en los últimos días de mayo. Estamos en octubre y el panorama de futuro es muy incierto y desolador para el sector. Esa cantidad se tendría que duplicar para restañar los daños que seguirá sufriendo el sector.
LA TAPA no es la culpable en el aumento de los contagios. Los propios restauradores son los primeros concienciados y exigentes con las medidas de control y sanitarias en sus locales. Lo que se necesita es que el gobierno lleve a cabo un análisis profundo de cada sector y las medidas reales que se deben tomar, si hubiese conciencia y sobre todo si hubiese profesionalidad.
Después de cargarnos la industria, la ganadería y la agricultura, en su conjunto, somo, por decisión estratégica propia, un país de servicios puro y duro, sin más «agarradera» que el consumo interno y el turismo.
Todos los modelos deberían estar bajo revisión y enfocados a una transformación profunda, si hubiese masa gris de calidad. El modelo de la restauración dicen que pasa por una adaptación al servicio a domicilio. Si es así se acabó España como referente turístico y de consumo tanto nacional como internacional. El nuevo modelo debe pasar por la consolidación de ayudas a los restauradores, no a los empleados. Si el empleador posee tesorería suficiente en un negocio viable, podrá generar más puestos de trabajo. Si las ayudas las reciben los desempleados, éstos seguirán estándolo y los autónomos empleadores arruinados para siempre y sin capacidad de crear empleo de nuevo. Tirar el dinero de todos o invertirlo con inteligencia.
Pero el cortoplacismo es lo que impera en las mentes menguantes o de insignificante conocimiento de lo que es de verdad la economía, de sus verdaderos generadores de empleo y de dónde hay que incidir con determinación para resurgir. Me viene a la cabeza el extraordinario e histórico derroche de dinero público del plan E del visionario Zapatero. Según el Tribunal de Cuentas generó un agujero de 7.800.000.000 de euros en los bolsillos de los españoles (que para repartir deuda también todos somos españoles)
Los modelos educativos en democracia han sido un fracaso total y absoluto. Y no me valen las excusas de la capacidad adquisitiva de las familias porque la cultura está al alcance de la mano de todos, ya que es gratuita hasta un nivel que debería ser muy aceptable. Entre la riqueza del ladrillo, que dejó a una generación deshabilitada para desempeñar labores de cierto nivel, y la incultura generalizada, estamos recogiendo lo sembrado. Si no hay nivel cultural aceptable, tampoco existen ofertas de trabajo para ese nivel, ¿para qué? si no hay candidatos. El resultado, más trabajos de baja calidad que conllevan salarios cada vez más ajustados a la situación económica de las empresas. Déjense de «chorradas» señoras y señores del gobierno e incluyan como materia curricular obligatoria durante muchos cursos la economía. Es un valor fundamental en el conocimiento personal.
¡VIVA LA TAPA ESPAÑOLA!