El digital, el histérico, el friki y el apostante

“Nunca vayas por el camino trazado, porque conduce hacia donde otros han ido ya”

Graham Bell.

 

En un mundo tan acelerado que pasa por alto las razones, e incluso las consecuencias, de las crisis pasadas, el abanico de tipos de personas se abre en 3600. Las tribus sociales y empresariales también se especializan y presumen de su identidad con toda profusión de literatura y divulgación multimedia. Las empresas se han contagiado del tsunami emprendedor y se han lanzado a la imitación más burda de la innovación. Así aparecen, en cualquier nivel de la organización, curiosos ejemplares que pavonean sus “artes” y “poderes ocultos”.

Desaparecen cada día especies que han poblado la tierra durante miles o millones de años, pero aparecen criaturas asimiladas al homo sapiens a la espera de que se les reconozca como un nuevo eslabón de la humanidad. Es posible que no tengan tiempo de este galardón pues vamos camino de la extinción, una certeza que no puedes rebatir si haces inmersiones periódicas en las redes sociales y en los programas de televisión. De entre todos los candidatos al premio voy a nominar a cuatro y dejaré que decidas tu ganador.

Digital

Persona que lo es desde el embrión que sus progenitores crearon. Lo sabe todo y es capaz de adivinar el futuro digital. Su hábitat natural está en los niveles altos de las trasnochadas estructuras organizativas y acude cuan “burundangado” a las conferencias, cursos y ferias en los que es imprescindible hablar de “blockchain”, “digitalización”, “inteligencia artificial”, “maching learning” y todo ello dentro de la extravagancia de la “transformación digital”. Es responsable de acometer proyectos basados en estas tecnologías y gastar dinero de su compañía, o de otras, con el único respaldo cierto de “todo por la innovación”. Ejemplo: LIDL lanzó en 2010 un megaproyecto basado en SAP para su “transformación digital”. En 2018 y tras más de 500 millones de euros, el proyecto se canceló. Desconozco si hay monumento a la criatura. No tienen en cuanta la cultura ni el modelo procedimental a la hora de implantar soluciones que chocarán violenta y frontalmente con la realidad desconocida.

Histérico

No ve el momento en que la empresa divulgue en los medios de comunicación que está en la estrategia innovadora desde siempre y ahora más que nunca. El punto de inflexión es nombrar un destacado director para su emblemática división de INNOVACIÓN que depende directamente de él… el histérico es el presidente, CEO, etc. Presiona a toda la organización para que reciten “somos innovadores”. Se convierte en el mantra que, a semejanza de El flautista de Hamelin, los llevará a todos al precipicio, pero contentos y sacando pecho.

Friki

Hace 50 años la riqueza se buscaba en la quiniela y en la lotería de Navidad. Hace 30 años en la primitiva, euromillones, bono lotto, y todas las variantes que han ido surgiendo. Antes de la crisis, trabajando en el ladrillo. Ahora los chicos, los padres y a quien se le ponga a tiro, su futuro está en ser gamer, influencer, youtuber, instagramer y cualquier “-er” que le pongas a un anglicismo. Este domingo se han repartido 40 millones de dólares en la final mundial de Fornite. De esta subespecie también hay representantes en las organizaciones y ocupan cualquier nivel, teniendo más asequible el ascenso por sus dotes embaucadoras y manejo del lenguaje tecnológico (anglicismos, claro) Al igual que el tercer amo de Lázaro de Tormes, el escudero, paseaba con una paja entre los dientes para presumir de una inexistente copiosa comida, los frikis presumen de vocabulario técnico ante la inexistente prueba práctica de su uso.

Apostante

Una subespecie más rara pero igual de dañina. Suele merodear las áreas de tecnología, sin ser integrante, aunque sí intrigante. Sus apuestas son contra el futuro profesional de quienes toman decisiones tecnológicas fuera de su ambición. Suele ser quien “come la oreja” del presidente o CEO, con las últimas noticias del mundo tech que acaba de leer en una publicación, con el argumento de “el tiempo que estamos perdiendo sin hacer nada”. Estos son los que obligan a montar un Big Data que se convierte en el Síndrome de Diógenes del dato para la organización. Dispara con pólvora del Rey y en caso de miseria, “yo de eso no sé”.

En el lado opuesto están los invisibles que trabajan con red y miran por el futuro de la empresa caminando con tiento y certezas a la hora de integrar nuevas soluciones. Nunca obtendrán reconocimiento, pero siempre tendrán la espada sobre sus cuellos.

Tal vez sea algo estridente o histriónico este relato, pero igualmente lo es la realidad en la que se ha instalado la sociedad y las organizaciones entorno a la tecnología. Como expuse en mi artículo “El efecto Doppler en la tecnología” estamos cerca del colapso y la responsabilidad es mía, tuya y los que nos rodean.

Estoy convencido que has ido poniendo nombres y caras durante la lectura. Si es así, preocúpate si están en tu organización… y más aún si no los has detectado, se camuflan muy bien.

Apuesta por la diversidad, la creatividad, la pasión, el liderazgo, la habilidad social… y un poco en el talento.

Ramón Luis Gil Barrigüete