La aceleración en los cambios a lo largo de la historia, no solo de la humanidad como seres vivos, sino del universo, se ha ido incrementado inversamente a la velocidad de expansión del propio universo. Lo ocurrido en el siglo XXI no tiene parangón con todo el siglo XX y éste con el resto de la historia. De hecho, los cambios sociales de la última década han venido de la mano de la tecnología y no de los cambios en los modelos preexistentes desde hace muchos años. Es por ello por lo que nos encontramos en un momento crucial: hemos perdido de vista los valores, que hemos dejado muy atrás, y hemos fiado nuestra evolución a los mensajes de los medios de comunicación.
Son los medios de comunicación los que, desde una posición de meros espectadores, repiten aquellas soflamas revolucionarias tecnológicas sin saber de lo que hablan. Si una gran tecnológica lanza el periódico mensaje sobre la revolución industrial 4.0 (que no ha servido para nada) y la necesidad de hacer digitales competentes a todos los habitantes del mundo, «maricón el último» en repetir la estupidez.
Las máquinas carecen del libre albedrío, es decir, de la capacidad de tomar decisiones distintas a las que te “aconseja” el raciocinio, las normas o los propios valores
Ramón Luis Gil – «Inteligencia artificial y el libre albedrío»
La inteligencia artificial no es nueva, aunque así lo crean los voceros oficiales y repetidores, desconozco si a sueldo, de las grandes tecnológicas. El pistoletazo de salida de la IA se remonta a 1956, cuando John McCarthy acuña por primera vez el término Inteligencia Artificial durante la conferencia de Darmouth. Pero nos podríamos ir mucho más lejos con la invención del ábaco entre el 300-500 A.C. e incluso a la tabla trigonométrica babilónica realizada con escritura cuneiforme en el entorno del 1.700 A.C. La avidez y la necesidad de hacer cálculos y razonamientos más rápidos que la mente humana ha estado presente desde que nos hicimos «humanos».


Miles de “flautistas de Hamelin” acosan y se llevan en formación militar de pensamiento a millones de criaturas
Ramón Luis Gil – «El nuevo orden mundial»
Transformación digital es un término sustituido por uno más impactante: digitalización. Es como un imperativo que nos ordena digitalizar todo, hasta a nosotros mismo. Y como otro término lapidario imperativo ha crecido Inteligencia Artificial.
No podemos ni debemos olvidar, y mucho menos dejar de comunicar, que la inteligencia artificial se somete a los designios de quien desarrolle los algoritmos que posteriormente posibilitarán su ejecución. Todo lo que sabe y hace una máquina ha sido previamente desarrollado por un humano y siempre responderá de la misma manera a como lo diseñó. Los ordenadores actuales son infinitamente más veloces en su proceso que los que existían a finales del siglo XX (¿qué lejos queda verdad?). Pero la velocidad de proceso lo que sí nos garantiza es que un resultado erróneo lo tengamos mucho más rápido.
La inteligencia artificial no poseerá jamás el libre albedrío, en definitiva, la capacidad de toma de decisiones según nuestra química cerebral y los sentimientos de cada momento. La genialidad nace de mentes «trastornadas» y una máquina genial solo lo será con unos algoritmos que le ordenen serlo, no por decisión propia o por la reacción a la química cerebral (de la que carece).
Casi 80 años hablando de inteligencia artificial y no hemos conseguido nada de sus propósitos originales, crear un software que, introducido en una máquina, reaccione como lo haría una persona normal, con libre albedrío. Porque conseguir un software que realice acciones automáticas y según unos parámetros preestablecidos de entrada-salida es como que una persona nazca con el cerebro limitado a trabajar en una línea de producción y haga siempre lo mismo cuando ocurren las mismas cosas.
En 1996 la súper computadora Deep Blue ganó por primera vez una partida de ajedrez a un campeón mundial, Gary Kaspárov. Pero, ¿cuál fue la razón de esta primera victoria? Pues no fue otra que un error de programación. En un momento de la partida Deep Blue se enfrentó a una situación inesperada y no programada, por lo que tuvo que recurrir a la salida que le habían programado para esta circunstancia. ¿Qué hizo Deep Blue? pues realizar un movimiento al azar. Este movimiento desconcertó de tal manera a Kaspárov que, creyendo que se trataba de una genialidad, le mantuvo obsesionado cometiendo errores que le llevaron a perder la partida. ¿Y si Deep Blue hubiese tenido como salida inesperada disparar a su oponente? ¿Quién hubiese sido el asesino, la máquina o el programador?
La inteligencia artificial no ha aportado nada en este año de pandemia, pero siguen machacándonos con que es el futuro de cualquier empresa e incluso de cualquier humano.
¿Ha conseguido la inteligencia artificial elaborar alguna vacuna genial? NO
¿Ha conseguido la inteligencia artificial descifrar el genoma del SARS-COV2? NO
¿Ha conseguido la inteligencia artificial diseñar las mejores prácticas de cómo tratar la pandemia desde un punto de vista social? NO
¿Ha conseguido la inteligencia artificial definir el mejor protocolo de vacunación? NO
Pero no es responsabilidad de las máquinas, es responsabilidad de ser sinceros con las limitaciones de cualquier tecnología y trabajar para que estén al servicio de la humanidad. La inteligencia artificial es lo mismo de siempre en informática: algoritmos que tienen una función determinada única y que, junto con más algoritmos de acciones únicas, consiguen realizar tareas de computación de manera rápida y eficaz. La ventaja que tenemos es que existen capacidades y lenguajes muy superiores a los antiguos y máquinas de procesamiento muy veloz. Lo podemos llamar como queramos para captar mejor la atención, pero no deja de ser lo de siempre, más rápido.
La IA no es más que distintas soluciones avanzadas desarrolladas para necesidades muy acotadas y en sectores determinados. Soluciones sectoriales enfocadas a funciones acotadas. Pero vende mejor inteligencia artificial.
¿En qué están trabajando de verdad las grandes tecnológicas? ¿Cuáles son sus objetivos comerciales?
Que no te engañen y te hablen de digitalización cuando recién iniciada la tercera década del siglo XXI hay que acudir presencialmente para realizar un registro de empadronamiento.
Ramón Luis Gil Barrigüete
Fundador INNOOMNI
Rehabilitador de empresas y analista de modelos organizativos
ramon.luis.gil@innoomni.com
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